Cerveza con postre
En estos tiempos posmodernos, el arte de mantener relaciones duraderas es sumamente difícil, pero algo aún más difícil es comenzar a salir con alguien para tratar de construir esos lazos verdaderos que permitan esa futura relación.
Durante esas primeras citas la situación, además de apasionante, por aquello de la adrenalina, es bastante tensa. Los hombres intentan, por todos los medios, encamar a su pareja o al menos no ser rechazados con un tajante: ¿Qué es mijito? Salile a otro mapanare. Las damas tratan de esquivar esa cama, al menos hasta lograr consolidar una relación más o menos estable, sin tropezar con un: ah no mija, mejor me busco una menos enrollá. El hecho es que el asunto no es para nada sencillo. Todos intentamos iniciar una relación sin morir en el intento.
La cuestión es más o menos así. Él, que se cree un galán, busca a la dama en su casa (debe hacerlo aunque sea en taxi de lo contrario es un pobre ser que no merece una segunda salida). Eso si, nada de bajarse a saludar a la familia. Cero uno. Muy pasao pal gusto de cualquier ser humano sobre la faz de la tierra. Ella, bellísima, saldrá disparada apenas toquen la corneta, lo suficiente rápido para no parecer una diva que se da bomba, pero lo suficientemente lento para no parecer desesperá. Y él debe mirarla de arriba abajo y con descaro decir algo así como: ¡qué bella estás! Como para llevarte lejos del mundanal ruido de la ciudad. Ella debe mirarle y decir (con la suficiente fuerza como para que quede claro el no, pero no lo suficiente como para que se crea que esa puerta está totalmente cerrada) ¡Tú si tienes cosas! Ahora si pues. Nada que ver. Y acto seguido, reírse con ganas.
Al llegar al lugar, él será amable, completa y absolutamente amable. De abrir y cerrar puertas, de acercar sillas y demás. Ella debe aprovechar esa etapa, les juro que nunca más se repetirá. Ahí, sentados, y después de pedir dos tragos, él repetirá algo sobre la belleza de su acompañante, algo como: verdaderamente estás bella, como para secuestrarte. Ella, consecuente con la máxima de que quien es muy fácil no logra nada, dirá: gracias, pero no sabía que eras delincuente.
Luego de dos o tres tragos vendrá la hora del baile. Se baila lo que sea, pero se baila, porque es el primer acercamiento físico. Él sabe que no debe ser ni muy osado ni muy tímido. Debe encontrar un punto medio entre el lobo feroz y una mansa oveja. Ella, bueno, ella cumple con aquella máxima de hacerse burro muerto para cazar zamuro vivo. Durante el baile, y sólo si el acercamiento físico fue exitoso, él dirá algo como: ¿y entonces, qué vamos a hacer más tarde? ¿Para dónde vamos? No importa lo que sienta o quiera, ella dirá algo como: Ahora si pues ¿Qué pregunta es esa? Yo voy para mi casa y tú para la tuya. Él comprenderá que no ha llegado su momento y seguirá pidiendo tragos.
Algunos bailes y muchos tragos después, él insistirá: Bella, ¿Y estas cervezas no tienen postre? Y la mirará con tal atención descarada que ella sabrá muy bien a qué postre se refiere. Pero responderá, con mucha seriedad. No sé. ¿Aquí venden dulce?
Así serán las siguientes horas (si él tiene suerte) o las siguientes citas (si la que tiene suerte es ella). Como ya dije el asunto no es fácil, es más bien complicado, pero el sabrá que tuvo suerte cuando ella le pregunte: ¿Y cómo es el asunto del postre?