De purita lástima
Mi amiga Lisbeth se casa, y lo hace como debe hacerse, con alguien bueno y amable que la trata como una reina. Nosotras, sus amigas, nos alegramos mucho al punto que, sin reflexionar ni un segundo en lo que nos pedía, aceptamos ser parte del cortejo de honor de su boda. Hasta ahí todo alegría y alborozo, felicidad y sonrisas.
Pero al llegar a la casa, reflexionar el asunto, mirarnos en el espejo y colocar nuestra humanidad sobre la balanza comenzó, al menos para mí, el verdadero calvario. Me enfrenté al número que me arrojó la báscula, miré mi cruda realidad frente al espejo y comencé (como en un velorio e pueblo) a llorar: ¿Dios mío cómo pasó esto? ¿Cuerpo esbelto y sin celulitis cuándo me abandonasteeee? Noooo me dejes. Regrésamelo Dios, regresamelooooooo.
Una vez pasado el impacto inicial decidí comenzar un ataque agresivo de régimen dietético porque la boda es para ya. Tenía 3 meses para rebajar aquello que me costó 10 años acumular con buen ritmo. Y con la desesperación del poco tiempo y los muchos kilos llegaron las soluciones desesperadas y los consejos infalibles.
Hazte la dieta de la piña. La hice y lo único que conseguí fue una gastritis bellaaaaaaa. No chica, mejor ponte en el reto con el cereal de dieta. Y aunque eso es como comer cartón con tierra, la hice; se me iban las piernas de la debilidad, casi me da una anemia y los kilos ahí, completicos. No chica, eso no es sano, mejor la sopa de repollo. La hice también, a la semana vomitaba sopa, sudaba sopa y odiaba profundamente la sopa er diantres esa. ¿Cómo se te ocurre? No, no, no. La mejor es la del atún. No valeeee, la mejor es la del pollo. Las hice ambas, creo que tengo escamas y plumas, debo ser una nueva especie en el mundo de las gorditas. Mija la mejor es la de los puntos. La hice, sumé, resté, multipliqué y hasta dividí y lo único que conseguí fue angustiarme cada vez que me sentaba a comer porque no sabía si los benditos puntos me iban a alcanzar. Noooo chama, mejor es comprarse las merengadas aquellas y bórralo. Las compré, me las tomé y ahora odio todas las merengadas del mundo y le tengo tirria al sonido de la licuadora. Y así seguí sin ningún éxito hasta que mi amiga Nadya me dijo: luego que una se casa y tiene hijos la única dieta que hace es la de la lástima. ¿Cómo? Claro, una pasa 3 horas cocinando y los muchachos dejan la mitad. O vamos a un restaurante y medio tocan lo que se compra. Y una dice. Ay, es que da lástima que esto se pierda. Y se lo come. Y comprendí que yo no aumenté porque llevo una vida sedentaria y régimen alimenticio deplorable, yo engordé por la puritica lástima.
Publicar un comentario