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¡Abajo la bellezocracia!

Posted by Emilis González Ordoñez on 19:22

      Esta semana escuche: ¡Alcancé la bellezocracia! Eso me impactó, pensé: ¿Qué significará eso? Supongo que por mi cara de desconcierto, me aclararon: es el modo de gobierno donde lo que importa es lo bello. Respiré profundo, y me dije: Si esos son los parámetros para alcanzar el éxito en la cultura occidental sospecho que no estoy en nada. Me sobran kilos en mi 1,60 de estatura, me falta tinte y ropa costosa. Y claro que no poseo los 90-60-90.

         Reflexioné y concluí que la bellezocracia es una especie de dictadura, de tiranía de lo bello. La verdad no sé en qué momento este modo de gobierno se instaló en nuestro subconsciente. Mis amigas dejaran de hablarme, pero voy a afirmar que nosotras exageramos en esa esclavitud. Años atrás uno se arreglaba, se echaba maquillaje, perfume y salía con su ropita limpia a comerse al mundo. Pero ahora nooooooo.

         En este momento, quien lee dirá que no tengo oficio para hablar de temas intrascendentes como este, pero, dígame si no tengo razón. Recuerde que comprar champú ahora es un arte, necesita saber que tipo de cabello posee, luego comprar champú, enjuague, crema para peinar, crema antifrizz, crema reparadora, ampollas con vitaminas o para alisado, amen del baño de crema y los menjurjes caseros que Ud. hace y se echa.

         Y si es maquillaje, peor, Ud. compra un jabón para su cara que debe tener un PH tal, luego debe lavarse con una limpiadora, seguidamente usa: exfoliante, astringente e hidratante, pero el proceso no terminó ahí. Ahora, que va a maquillarse, se echa una protectora solar por aquello de los rayos UV que traen las líneas de expresión que deben evitarse, porque bellezocracia es igual a joven. Si Ud. tiene más de 40 y los aparenta, olvídelo, está fuera del reino. Volvamos al ritual, una vez que ha usado todo aquello se echa una correctora para tapar ojeras y granitos, luego base liquida y polvos sueltos, ahora usa labial el cual, bien dicho sea de paso, debe tener vitamina E y protección solar, cierra con algo de blush (supongo que rubor se escucha muy out) y aún así hay seres impertinentes que la ven en la calle son capaces de decir: Hoy no te dio tiempo de maquillarte ¿verdad? Me ahorro la respuesta que hay que dar.

         No olvido las cremas para el cuerpo que deben ser hidratantes, reafirmantes, anticeluliticas y demás. Y si es hombre y cree que esto es tema de mujeres, le recomiendo que reflexione acerca de la cantidad de dinero que invierte en cuidado personal sólo para el afeitado. No crea que está libre de pecado. Intente liberarse y grite conmigo: ¡Abajo la bellezocracia!

 

          


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¿Y eso le desafina el violín?

Posted by Emilis González Ordoñez on 19:19

Semanas atrás hablé de unos pajarracos, hoy hablaré de una subespecie, la IMPERTINENTIS ENVIDIOSUS. Este pajarito molesta menos que su primo el VENENOSUM, pero abunda en cantidades industriales. Para ilustrar el comportamiento del ave recuerdo una anécdota que contaba el poeta Hugo Fernández Oviol. Él salió a tomar con unos amigos y al pasar frente a una casa comentó: Ahí vive el mejor violinista de Coro. Y alguien le respondió: Pero le montan cacho. A lo que el poeta alegó maravillosamente: ¿Y eso le desafina el violín?

         Y es que para esta Envidiosus a todo aquello que Ud. diga para alabar a alguien, lo contestará con una frase de descalificación que siempre iniciará con un pero. Si Ud. dice, por ejemplo: 

§         Fulana(o) si está bella(o). El ave dirá, pero no se ha graduado. Provoca contestar ¿y eso la(o) hace menos bella(o)?

§         Fulana tan joven y ya profesional exitosa. El ave responde: Pero no tiene novio. Provoca decir: ¿Y ser soltera la hace menos exitosa?

§         Mira que éxito el de fulano. Le replica inmediatamente: Pero es homosexual. Usted piensa: ¿Y sus preferencias sexuales le restan éxito?

§         ¡Fulano y mengana tan exitosos y trabajadores! Escucha de vuelta: Pero no tienen hijos. Ud. respira profundo y dice para sí: ¿Y eso que tiene que ver con lo que digo?

§         Fulana(o), joven, profesional, exitoso y con novio(a). ante eso usted piensa que está blindado, pero no. El ave dice: pero es gorda(o). Como que si los kilos de más le quitan éxito, juventud o relación al personaje.

§         Fulano(a) si es inteligente. Escucha de vuelta: pero sus papas se divorciaron. Provoca contestarle: ¿Eso le resta inteligencia? De ser así media humanidad fuese medio idiota.

§         ¡Que bellos los hijos de fulanita(o)! Contesta el ave: pero son malcriados. Ud. se contiene mientras piensa: ¿Y eso los hace menos bellos? Los niñitos son el demonio y aún así son lindos que es el exacto punto al que me estoy refiriendo.

§         Fulanita cocina muy bien. El ave dice: Pero el marido le monta cacho. Y Ud. piensa ¿Y los cachos le restan sazón?

 

Todo, absolutamente todo lo que usted diga para halagar a alguien será respondido con una frase feroz que hablará desde el veneno. Estas aves no esperan que nadie les conteste porque piensan que sus argumentos son contundentes. De verdad creen que tienen razón. Por eso desde que le escuché esa anécdota a Hugo, cada vez que me consigo con uno estos pajarracos y lanzan un picotazo feroz, sea cual sea el asunto del que hablamos, le respondo, para su sorpresa y desconcierto: ¿Y eso le desafina el violín?   

          


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Entiéndala, usted puede

Posted by Emilis González Ordoñez on 19:16

Uno de mis sobrinos se quejó porque mis artículos eran muy feministas. Que olvidaba que las mujeres son realmente difíciles. Reflexioné y le concedo que no somos fáciles de comprender ni siquiera por nosotras mismas. Sin embargo hay algunas actitudes fáciles de preveer y si un hombre no lo sabe, creo que pasará muchísimo trabajo. Reproduzco acá sólo algunas de esas situaciones y las actitudes con las cuales pueden salir con éxito, pero ojo, sólo algunas porque no se las voy a poner tan fácil a los caballeros:

 

* ¿Papi, tú me quieres? Fácil, la respuesta debe ser enérgica, pero con un dejo de fastidio, algo como: ¡Claro! ¿Qué preguntas son esas? Porque si se pone meloso, a decir tonterías y mandar mensajes de texto atosigantes tenga la plena seguridad que lo dejarán y se buscarán a otro menos "pegajoso" al que le puedan preguntar lo mismo y les conteste de la forma que he indicado.

 

* ¿Me veo gorda? Si usted es inteligente no conteste esto. No lo haga. Cualquier respuesta desembocará en el mismo zafarrancho. Si UD. dice: Si, un poquito. Esto provocará una cólera como la de Aquiles. Ella dirá: de modo que estoy gorda, fea y vieja. ¿Eso es lo que piensas de mí? ¡Tú no me quieres! Y por ahí se dejará ir. Si se le ocurre decir: Nooo, para nada. Será peor, pues ripostará: ¿Por qué me engañas? No me digas mentiras. Yo sé que estoy gorda. Provoca responderle: ¿Pa qué preguntas si sabes la respuesta? Y la peor de todas las réplicas que puede dar: No te preocupes que yo te quiero estés como estés. Si Ud. quiere morir, diga esto último.

 

*  Los regalos deben ser mínimo 4 al año: día del cumpleaños, día de los enamorados, navidad y día del aniversario (si se olvida de esta última fecha dese por muerto). Esos son los mínimos, Ud. puede dar más. Nunca menos. Pero eso si, procure que siempre sea la misma cantidad porque cualquier varianza en el número puede causar suspicacia con su respectivo ataja perro. Si usted es un pichirre y nunca regala nada, procure no ponerse dadivoso de repente porque seamos claros, eso sólo significa que tiene remordimiento por algo que hizo, hace o hará. Y a nadie le gustan los cachos.

 

* Si van a algún lugar público y ve a una mujer despampanante le doy un consejo, mírela con toda confianza, bucéela con descaro porque aunque lo haga disimuladamente su compañera lo sabrá. Y si le van a formar un brollo descomunal que al menos Ud. sea completamente culpable. Es que los hombres no saben ser reservados, en cambio jamás saben cuando su compañera se come a alguien con la mirada.    

 

         Sé que faltan muchas actitudes más, pero como dije no lo voy a poner tan fácil… Les di unos tips y si no la sobrelleva en paz no tengo culpa. Soy inocente.


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Atención (bipolar) al cliente

Posted by Emilis González Ordoñez on 19:15

      No soy médico, pero sé que el trastorno bipolar afectivo se caracteriza por la alternancia de períodos de euforia y de depresión; es un trastorno serio que debe ser medicado. Es poco común, pero en días recientes he concluido que existe una escuela, instituto o academia a donde se dirigen todas aquellas personas que tienen que tratar con público y brindan atención al cliente, y allí les enseñan, lo que debe llamarse: un trato bipolar al cliente. Porque de otra forma no se explica que alguien que aparentemente está calmado y risueño en cuanto usted (el cliente) le hable, pase a gritarle, morderle o ignorarle. Si fuesen casos aislados me inclinaría por el trastorno bipolar, pero como son todos aquellos que tratan con público, tengo que concluir que es una conducta aprendida. Ejemplifico:

* Escenario I, La Panadería, póngale el nombre que Ud. quiera: Son casi las 7pm. Salí del trabajo a las 6, con hambre, pero, sin ganas de cocinar. Resolví: pan con queso pa`to el mundo, y al que no le guste que se exilie. Espero ser atendida. Hay varias personas delante y todos gritan o intentan colarse. Este año decidí ser feliz, así que espero pacientemente. ¡Al fin mi turno! Me encuentro con un(a) dependiente que me ignora y habla con otro, cuentan algo muy gracioso, ríen a mandíbula batiente, le gritan a otro(a) que está más allá, repiten el chiste y ríen más alto. Espero hasta que al fin me mira. Pero la persona que reía alegre voltea hacia mí completamente amargada, con cara de asesino en serie que chupa urupagua, me mira y espeta un regañao ¿Qué desea? Un kilo de pan, por favor, digo bajito. El dependiente se dirige a servirme el pan y una vez más se obra el milagro, allá, lejos de mí, con sus compañeros, ríe, es amable, alegre. Voltea, bolsa en mano, nuevamente con la cara de asesino, la lanza y me mira como diciendo ¡Circulando, pues! Yo corro, corro por mi vida, voy sin dignidad humana, toda me la pisotearon como si no hubiese ido a comprar sino a mendigar, pero llevo pan para la cena.  

* Escenario II, El Banco, en todos es igual: pedí permiso en el trabajo para llegar tarde. Voy al banco, dije; todos entendieron. En este país ir al banco es una tragedia griega. Llegué temprano, antes de las 8, pero mil más pensaron igual y soy la 1001. Abren las puertas, la cola avanza ordenadamente, cuando tomo número soy la 1568. ¿Cómo es posible? Lo ignoro, pero no importa, decidí ser feliz. Inicia el calvario, una hora y sólo han atendido 20. A veces sucede que un cajero tiene el mismo número durante 15 minutos y atiende 3 personas, como ahora cuando pasa una niña que está tan bella que me pregunto ¿Será real? Ella, toda juventud, coquetería y belleza, pasa hasta uno de los cajeros, él la atiende con una sonrisa tan descomunal que ilumina el recinto. Me pregunto ¿Y este es el mismo, que hace unos minutos regañó a una ancianita que podría ser su abuela, la devolvió a llenar la planilla y a que pidiera otro número aunque la señora casi lloraba y le pedía que la ayudara porque no sabía leer? Luego pasa un tipo que se quiere colar, acaba de llegar y pienso que lo regresarán por abusador, pero no, con él se ríen, cuentan chistes (el abusador trajo obsequios para todos los cajeros), cuando ¡al fin! Luego de 4 horas, toca mi turno el cajero bipolar me atiende, ni los buenos días me da y además me regaña: ¡Faltó la fecha! Afortunadamente no me envía a pedir número nuevamente. Me voy sin dignidad y pensando que si uno no está bueno o es corrupto no es nadie. La norma es que te maltraten no que te traten bien, como mereces. Y uno termina por creer que merece ser vejado y gritado.

* Escenario III, Dependencia Pública, cualquiera sirve: llego a un lugar que vio mejores días, que está sucio y manchado, a pesar que tiene varias cifras de presupuesto y que hay 5 mil empleados encargados del mantenimiento y limpieza de estas 4 oficinas. Pregunto en información. La persona que allí atiende desayuna en la mesa del trabajo mientras habla por teléfono y se ríe con la boca llena de comida. Espero. Cuelga, traga y me grita ¿Qué quiere? Si, leyó bien, no qué desea sino qué quiere. Le informo mi petición. Me indica como si yo fuese entupida: debe ir a la puerta de al la do. Nuevamente comen y hablan por teléfono, pero acá gritan: ¡Espere que estoy ocupao! (Imagino que la debe estar llamando de la ONU y por eso primero conversa y luego hace su trabajo) Luego, con una cara capaz de hacer que cualquier boxeador profesional se asuste y tire la toalla, me indica: llene esta planilla, llévela a contraloría, luego a secretaría y luego regresa. E inmediatamente enmudece y me ignora. Sucede que todas esas otras dependencias están en los escritorios adyacentes, y aunque todas las personas escucharon la primera vez debo repetir mi petición en cada escritorio, en donde sucesivamente me sellan, chequean el sello y colocan una estampilla, cuando regreso al primer escritorio le colocan un sello a la estampilla. El proceso tardó 5 horas y me mal atendieron 5 personas aun cuando sé que una sola, en 10 minutos, puedo haber hecho todo. No critico tanto la burocracia, entiendo que la gente necesita empleo para comer y mantener su familia, como que todas las personas que me atienden son amargadas, con cara de asesino chupador de urupagua, pero sólo mientras me atienden. Luego, entre ellos, son una mañana de pascua, llenos de color y fiesta.

De modo que creo que debo felicitar a quien dirige esta escuela a donde van estos empleados, porque el trato bipolar al cliente es todo un éxito.


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¡Una empanada más!

Posted by Emilis González Ordoñez on 5:17

          Días atrás en una conversación con unas amigas descubrí que no importa la edad (mi círculo amistoso es amplio y en esa reunión había tanto gente de 70 y algo como de poco más de veinte) todas tenemos una preocupación: la comida. Unas alegaban razones de salud, por aquello del perfil lipídico (si usted no tiene ni idea de qué es ese fulano perfil, no se preocupe, su desconocimiento significa que tiene menos de 30 y aún no debe inquietarse por el asunto), otras argüían razones estéticas puesto que los famosos "cauchos" no le dejaban lucir sus prendas de vestir, otras aducían presión social (¿Recuerdan a las IMPERTINENTIS?), algunas, que están, como dirían mis amados alumnos de la universidad, explotás; afirmaban que de no ir 5 veces a la semana al gimnasio y de mantener una estricta dieta jamás lograrían ese estupendo estado físico, por tanto todas reconocían haberse convertido en nutricionistas dietistas. Percaté que de un tiempo para acá, las mujeres cuentan las calorías, suman puntos, distinguen entre carbohidratos y proteínas, además pesan, miden, sacan la cuenta entre la edad y la estatura, eso lo dividen entre el diámetro del agujero de la capa de ozono y el resultado que obtienen, lo dividen entre dos. ¡Y eso es lo que puede comer! Es decir: NADA o muy poco.

         Comer se nos ha convertido en un castigo, en un sufrimiento, en un verdadero dolor de cabeza. Pensamos: Si como esto hoy, mañana como sólo de aquello o hago mil horas en la caminadora y entonces todo estará bien. O nos repetimos mentalmente: Durante toda la semana cumplí estrictamente el régimen de modo que hoy domingo, puede ser que me permita comprar un Toronto y compartirlo (eso si logra convencer a otra de las que vive a dieta, de las que vive en perpetuo sacrificio).

Después de escuchar todas esas conversaciones me dije: ¡Yo definitivamente quiero ser hombre! Ellos no se preocupan por estas cosas. Y es que no me quiero conformar con una vida así. Yo no quiero correr detrás del cuerpo adolescente que ya no poseo, de ese que poseía cuando apenas contaba 15 años. Yo no quiero morirme de hambre para entrar en la talla ideal. Yo soy M, si señor E M E. Lo digo con orgullo y sin absoluta vergüenza. Sé que mi talla dista mucho de la talla ideal de las vallas publicitarias y de los modelos de la televisión, cine y demás, pero en ella me siento cómoda. Va acorde a mi edad y a mi estilo de vida que es sedentarísimo.

Desde esa reunión con mis amigas me he preguntado ¿Cuál es la bendita ley que dice que la arepa engorda? ¡Me he revisado la constitución en múltiples ocasiones y no la he encontrado¡ ¿En qué parte de la Biblia, Nuevo Testamento, la Torá o el Corán dice que los gordos o los pasados de peso no van al paraíso?  Exijo que me lo ubiquen y me lo demuestren con argumentos teológicos. Y por último, pero no menos importante ¿Quién diantres fue el que dictaminó que si uno es talla M es gorrrrrrdooooo? ¿Quién fue el que dijo que lo bello, "lo IN" era ser talla XXS? Porque sépalo señor lector, la talla más pequeña no es S. ¡Es XXS! ¿Cuándo, Dios de la vida, cuándo voy a lograr yo esa talla? NUNQUITA. Y es que creo que ni cuando tenía 15 fui XXS.

Quiero seguir siendo M y decirlo con orgullo y no bajado la cabeza como para que me perdonen la vida. Quiero ir a una tienda y encontrar ropa para mi sin tener que acudir a la tiendas de tallas grandes (que es el eufemismo más hiriente con el cual la industria de la moda le dice GOOOORRRDOOOO a todo el planeta). Quiero comer sin angustia, sin pensar que cometo pecado, sin creer que no soy nadie, que soy fea, gorda o, algo que en estos tiempos posmodernistas es igual a la muerte,  que estoy "OUT".  Yo quiero comer sin que nadie me mire con reprobación como diciéndome: ¡Por eso es que estás así! Luego no te quejes. Quiero que el comer vuelva a ser un placer, que debe ser mesurado como todo placer, pero un placer al fin que indique goce. Quiero poder pararme los domingos, ir a comprar todos periódicos y sentarme a leerlos mientras saboreo un desayuno que no sea aburrido y triste.  Quiero comerme una empanada más en mi vida sin tener que rendirle cuentas a nadie. Yo trabajo toda la semana y soy responsable y soy cuidadosa y sé lo que es una dieta balanceada por que la sigo todos los días. Por lo tanto, yo tengo más que merecida ¡Una empanada más!


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Impertinintis venenosum

Posted by Emilis González Ordoñez on 5:06

           Según el diccionario de la real asociación de poetas sabaneros (ASOPOSA, a la cuál no pertenezco, pero ya llené mi planilla de inclusión) la IMPERTININTIS VENENOSUM es un ave propia de estas regiones tropicales, que ni por equivocación de cálculo está en peligro de extinción y de la cual seguramente usted, amigo lector, conoce alguna o ha padecido en su presencia.

         La IMPERTINENTIS VENENOSUM existe en igual cantidad de género, es decir que hay la misma cantidad de machos que de hembras, y sus características físicas son diversas, pero el comportamiento es similar y por ello son muy fáciles de identificar.

         Esta ave tropical se le planta al frente y con el mayor desparpajo del mundo le grita: ¡Fulana(o), pero si estás gorrrrrrrrdaaaaaaa(oooooo)! Y lo hace con cara de lástima y conmiseración. Usted se contiene, sonríe tímidamente y dice: un poquito, pero por dentro piensa: ¡Yo sé! ¡Yo tengo un espejo en la casa! ¡Yo fui quien luchó media hora pa ponerse este pantalón!

         Paradójicamente la IMPERTINENTIS VENENOSUM no sólo ataca a los pasados de peso, es posible escucharla decir: ¡Si estás flacooooooo(aaaaaa)! ¡Estás acabaiiito(a)! ¿Estás enfermo(a)? mientras le mira con lástima y asco, como si usted tuviese una enfermedad contagiosa. Nuevamente usted apela a la sonrisa tímida mientras murmura: ¿Tú crees? Yo me veo bien, pero piensa: Bueno si estoy flaco(a) es porque estoy enferma(o) y si estoy gorda(o) doy asco. ¿Quién te entiende?

         Hay que destacar que esta avecilla no sólo se dedica a atacar la apariencia física del supuesto amigo, vecino o familiar al que saluda, también se dedica a escudriñar en la vida íntima. Acto seguido de destrozarle a usted su autoestima, pasa a gritarle: ¡Supe que fulano(a) te dejó! Ud. enmudece, y piensa: ¿verdad? Primera noticia. ¡Yo que pensé que aún estábamos juntos! O puede suceder que le grite: Vi a fulano(a) con una/un tipa(o) bellísimaaaaaa(oooooooooo). Dan ganas de matar al ave, de torcerle el cuello. Pero Ud. tan educado se contiene y piensa: ¿Aja? ¡Si! Y yo que creí que esto era una corona y no una cornamenta. ¡Yo sé! A mi fue a quien le puso los cachos.

         Y si usted no tiene ni tuvo una relación tampoco se escapa. El ave le lanza un picotazo feroz. Cuando le espeta mientras le mira con algo menos que asco: ¿Y no tienes novia(o)? ¡Ay Dios! No te preocupes, seguro llega. Usted respira profundo y piensa: Pero bueno y este(a) cree que tengo 80 años y me estoy muriendo. O será que le estorba mi estado civil.

 Al ave nada la detiene. Si usted ya se casó y piensa que está fuera de su alcance. Olvídelo. Ella puede preguntarle ¿Y no has encargado? ¿No será que tienen problemas? Digo, por la economía o la salud. Uno nunca sabe. Dice eso y lo mira malvadamente. Ahí provoca arrancarle todas las plumas, pero nooooo, no lo hace, Ud. se contiene por educación mientras piensa: ya va, ¿y de cuando acá estas decisiones no las tomo con mi pareja sino que tengo que publicarlas? Y si ya tuvo hijos las preguntas pueden ser diversas, pero de que las hay, las hay. Y al formularlas le sigue mirando con lástima. ¿Te vas a quedar con uno solo? ¿Y tienes puras hembras? ¿Y tienes puros varones? ¿No vas a cerrar la fábrica?

         Total de que el ave siempre pregunta sea por el físico, la vida íntima o la profesional. Mientras usted estudia ¿Y cuando te gradúas? O ¿Aún no te has graduado? Mientras le mira como diciendo: pobre. Nunquita saldrá de esa universidad/tecnológico/escuela técnica/academia o demás. Usted respira, respira profundo y dice la fecha en la cual prevé que sucederá tan magno evento, pero piensa: ¿Y a usted quée le importa? Usted no me mantiene. Y en cuanto se gradúe la pregunta será: ¡Y aún no tienes trabajo! La respuesta debería ser: no voy a buscar. Decidí dedicarme al narcotráfico, para dejar muda a la IMPERTINENTIS.

         En fin, recuerde que el ave siempre lanza su picotazo envenenao. Usted esquívelo que ya le di las pautas para reconocer a la IMPRETINENTIS VENENOSUM. Y si usted se reconoció como una de estas pintorescas aves, lo siento mucho por quienes lo rodean y por favor, no trague saliva, puede ser peligroso. 


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Renuncio a mi Príncipe Azul

Posted by Emilis González Ordoñez on 4:53


       Mis amigas más cercanas pueden dar fe que siempre he criticado a esas mujeres que pasan la vida esperando al príncipe azul que vendrá, ya no en un blanco corcel, sino mínimo en un Mazda 6, a rescatarlas de la odiada soltería y las entregará al "felices para siempre" de los cuentos.

         Siempre he pensado: ¡Pobres mortales! No saben que luego del "Fin" de la telenovela, la protagonista ha de quitarse el vestido blanco y ponerse cómoda para encargarse de la casa. Parece que con el: "Acepta usted a fulanito por esposo, para amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe". Hay un "y se compromete a hacerle desayuno, almuerzo y cena, a lavar, planchar, limpiar, atender los muchachos que pa eso los parió,  a estar bella a pesar de la jornada diaria maratónica, se compromete a no engordar porque el gordo barrigón y calvo de su marido puede buscarse a otra con esa excusa, a no celarlo y otros literales que en este momento no recuerdo".

         Mi discurso feminista de la izquierda no me ha impedido alegrarme sinceramente por aquella que cree que encontró al hombre de su vida, que decide casarse y me invita al jolgorio y la pachanga. Me alegro, voy, la acompañó y pienso: "ay dios y ahora es que inicia la transformación verdadera. Porque este príncipe en cuanto lo besen seguro se transforma en sapo".

         Y mientras tanto yo, que soy muy crítica y medio intelectualoide me he dedicado a buscar un Sapo, sin grandes aspiraciones de Lord, Marqués mucho menos de Príncipe. Me he dedicado a buscar un hombre normal, pero, recientemente, hablando con una amiga sobre mis aspiraciones del hombre normalito; ella, más crítica que yo, me dijo: Mija, pero quien está buscando un Príncipe eres tú.

         Ello me llevó a pensar y reflexionar profundamente sobre el asunto. Mis amigas, esas que ahora son la señora de fulano, vieron a su Príncipe (todos somos príncipes y princesas los primeros 4 meses de relación) y lo besaron y lo besaron hasta que el susodicho se les transformó en Sapo. Y aún así lo siguieron besando y lo quisieron más. Ellas saben que el tipo con el que están no está bueno, pero aún así les gusta. Ellas saben que él no tiene moral para decirles gordas, pero aún así lo quieren y se desviven para estar bellas para su batracio; yo en cambio espero un ser crítico que se mire en un espejo antes de siquiera osar pensar señalar mi figura. Ellas saben que su amado el día que lave un plato espera mínimo un aplauso, que le den una condecoración o que lo lleven al panteón nacional cuando muera, y ellas lavan sus platos y una vez al siglo cuando él lava el suyo (sólo el suyo, ni loco va a lavar todos los platos con ollas y demás) le dicen muchas gracias mi amor por lavar tu plato y lo llenan de besos; yo en cambio quiero un hombre que comparta los quehaceres domésticos porque ambos trabajamos y llegamos cansados. Ellas cocinan toda la semana y los fines de semana lo siguen haciendo hasta que, por gracia divina, el señor sapo decide comprar una pizza. Ellas afirman que esa es su forma de decir: descansa negra, no quiero que cocines hoy. Yo en cambio quiero uno que comparta todo a mitad y mitad, si cociné ayer, hoy te toca a ti mi amor porque yo no soy esclava. Ellas saben que lo más que le sacarán a sus maridos será un: porqué no te pones mejor el vestido aquel, ese te queda bien. Yo aspiro que el tipo me diga: amor con el vestido aquel te ves bellísima, arrebatadora, póntelo, por favor. Y por ahí me deje ir. Y ¿Pueden creer que he llegado a la conclusión que quien busca un príncipe soy yo? Ese que busco no existe. No lo voy a encontrar. Desde ahora lo anuncio: Renuncio a mi príncipe azul y me declaro en busca del sapo, pero eso sí, del menos feo. 

 



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!Yo soy Miss Venezuela!

Posted by Emilis González Ordoñez on 21:37
Hace algún tiempo salí con un tipo que según mucha gente era un muy buen partido. En realidad era medio bajito, con una calva incipiente y hasta medio gordito; pero todos decían que era lo máximo y como decidí abrirme a las oportunidades, acepté la invitación a cenar del fulano buen partido.
Me buscó, hablamos y descubrí que el fulano no tenía grandes temas de conversación, era más bien normalito, hablaba del trabajo, del país, de la economía, de la política, del deporte y hasta de las telenovelas, pero todo visto desde las vísceras, nada desde el cerebro, y sin embargo se lo dejé pasar. Pensé: Einstein ya murió y estoy casi segura que no debía hablar profundidades todo el tiempo, seguro contaba chistes malos y hablaba pistoladas en las salidas. Yo le dejé pasar todo lo malo y aburrido al buen partido, porque somos humanos, tenemos defectos y porque estaba de un muy humor. Decidí disfrutar la salida sin prejuzgar a nadie. Llegamos a un lugar simpático, nos tomamos unos tragos y decidimos ordenar la cena, hasta ahí (salvo los chistes malos, las estupideces y la conversación sosa) todo bien.
Cuando trajeron la carta conté los puntos, las calorías consumidas, sopesé el hambre que tenía, que podría tener después, y (como refuerzo) recordé el pantalón que tengo guardado en el closet, porque no me queda, pero que juré que me pongo el mes próximo y ordené pollo a la plancha con ensalada verde. Proteína que sacia, pero que no engorda, pensé.
El susodicho buen partido me miró profundamente y yo pensé que diría algo trascendental, pero no. Él sólo dijo: ¿Por qué vas a comer eso? Come comida, come bien. Yo pensé que eras diferente. A mi me gusta salir con mujeres como tu porque no le para a nada y comen bien. . . . la retahíla no me gustó, pero me hice la tonta y le pregunte: ¿mujeres como yo cómo? A lo que el repostó: así, normales, que no están obsesionadas con la apariencia, que son como tú. Así, gorditas y no muy arregladas.
El individuo gordito, feito, retaco, medio calvo y sonso me decía a mí gorda y mal arreglada. Tenía el valor de obligarme a oír sus estupideces y luego insultarme. Yo respiré profundo, conté hasta mil, mientras pensaba: ya va, osea que ir a la peluquería todas las semanas a secarme el cabello y hacerme un baño de no sé que me coloca Ricky para que esté el hidratado, pero no grasoso, sedoso y no reseco, brillante y no con Fritz, no se nota. De modo que las horas con la muchacha que me arregla uñas de manos y pies ni se ven. De modo que el ritual de limpieza para el cutis que hago tres veces al día (al levantarme, al llegar al medio día para no salir nuevamente a la calle con la cara horrible en la tarde y en la noche para que la piel respire y no salgan signos de envejecimiento) no son perceptibles. De modo que el dineral que gasto en potes de limpiadoras, exfoliantes, astringentes, hidratantes, maquillantes, desmaquillantes, y que son diferentes para el cuerpo que para la cara, es un gasto inútil. Así que la dieta de los puntos, de las calorías, del cereal, del hambre, del atún, de la piña, de la sopa y cuanta cosa inventan que hago una detrás de otra sin pecar mucho no valen de nada. Comprendí que levantarme temprano para iniciar una rutina que me permita hacer desayuno, adelantar el almuerzo y vislumbrar que haré de cena, planchar, contestar los mail, revisar el Facebook, revisar la agenda para que no se me olvidé nada, arreglarme para salir impecable y bella al trabajo, con el tiempo justo para llegar a las ocho en punto era perder el tiempo. Y ni hablar de los perfumes costosos y la ropa que elijo cuidadosamente (que va con mi estilo, con mi personalidad, con mi tipo de cuerpo y con mi edad, pero que escojo cuidadosamente) nada de eso vale la pena porque el señor dice que: ¡soy una gorda mal arreglada!
El señor no se ha visto en un espejo, el señor ve televisión y piensa que todas las mujeres tienen el deber de estar así: bellas, flacas, de 18 o de 40 pero que parecen de 18. El señor no sabe que es tonto, que me aburre su conversación, que él es un gordo no muy bien arreglado. El señor no sabe nada.
Pienso todo eso en un segundo mientras le respondo al “buen partido”: no, hoy quiero pollo a la plancha y ensalada verde. Quizá otro día coma más carbohidratos. Y pienso: ya sé porque el buen partido todavía está disponible. El es un tonto que no sabe que con mi rutina diaria: Yo soy miss Venezuela.

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