0
!Yo soy Miss Venezuela!
Posted by Emilis González Ordoñez
on
21:37
Hace algún tiempo salí con un tipo que según mucha gente era un muy buen partido. En realidad era medio bajito, con una calva incipiente y hasta medio gordito; pero todos decían que era lo máximo y como decidí abrirme a las oportunidades, acepté la invitación a cenar del fulano buen partido. Me buscó, hablamos y descubrí que el fulano no tenía grandes temas de conversación, era más bien normalito, hablaba del trabajo, del país, de la economía, de la política, del deporte y hasta de las telenovelas, pero todo visto desde las vísceras, nada desde el cerebro, y sin embargo se lo dejé pasar. Pensé: Einstein ya murió y estoy casi segura que no debía hablar profundidades todo el tiempo, seguro contaba chistes malos y hablaba pistoladas en las salidas. Yo le dejé pasar todo lo malo y aburrido al buen partido, porque somos humanos, tenemos defectos y porque estaba de un muy humor. Decidí disfrutar la salida sin prejuzgar a nadie. Llegamos a un lugar simpático, nos tomamos unos tragos y decidimos ordenar la cena, hasta ahí (salvo los chistes malos, las estupideces y la conversación sosa) todo bien. Cuando trajeron la carta conté los puntos, las calorías consumidas, sopesé el hambre que tenía, que podría tener después, y (como refuerzo) recordé el pantalón que tengo guardado en el closet, porque no me queda, pero que juré que me pongo el mes próximo y ordené pollo a la plancha con ensalada verde. Proteína que sacia, pero que no engorda, pensé. El susodicho buen partido me miró profundamente y yo pensé que diría algo trascendental, pero no. Él sólo dijo: ¿Por qué vas a comer eso? Come comida, come bien. Yo pensé que eras diferente. A mi me gusta salir con mujeres como tu porque no le para a nada y comen bien. . . . la retahíla no me gustó, pero me hice la tonta y le pregunte: ¿mujeres como yo cómo? A lo que el repostó: así, normales, que no están obsesionadas con la apariencia, que son como tú. Así, gorditas y no muy arregladas. El individuo gordito, feito, retaco, medio calvo y sonso me decía a mí gorda y mal arreglada. Tenía el valor de obligarme a oír sus estupideces y luego insultarme. Yo respiré profundo, conté hasta mil, mientras pensaba: ya va, osea que ir a la peluquería todas las semanas a secarme el cabello y hacerme un baño de no sé que me coloca Ricky para que esté el hidratado, pero no grasoso, sedoso y no reseco, brillante y no con Fritz, no se nota. De modo que las horas con la muchacha que me arregla uñas de manos y pies ni se ven. De modo que el ritual de limpieza para el cutis que hago tres veces al día (al levantarme, al llegar al medio día para no salir nuevamente a la calle con la cara horrible en la tarde y en la noche para que la piel respire y no salgan signos de envejecimiento) no son perceptibles. De modo que el dineral que gasto en potes de limpiadoras, exfoliantes, astringentes, hidratantes, maquillantes, desmaquillantes, y que son diferentes para el cuerpo que para la cara, es un gasto inútil. Así que la dieta de los puntos, de las calorías, del cereal, del hambre, del atún, de la piña, de la sopa y cuanta cosa inventan que hago una detrás de otra sin pecar mucho no valen de nada. Comprendí que levantarme temprano para iniciar una rutina que me permita hacer desayuno, adelantar el almuerzo y vislumbrar que haré de cena, planchar, contestar los mail, revisar el Facebook, revisar la agenda para que no se me olvidé nada, arreglarme para salir impecable y bella al trabajo, con el tiempo justo para llegar a las ocho en punto era perder el tiempo. Y ni hablar de los perfumes costosos y la ropa que elijo cuidadosamente (que va con mi estilo, con mi personalidad, con mi tipo de cuerpo y con mi edad, pero que escojo cuidadosamente) nada de eso vale la pena porque el señor dice que: ¡soy una gorda mal arreglada! El señor no se ha visto en un espejo, el señor ve televisión y piensa que todas las mujeres tienen el deber de estar así: bellas, flacas, de 18 o de 40 pero que parecen de 18. El señor no sabe que es tonto, que me aburre su conversación, que él es un gordo no muy bien arreglado. El señor no sabe nada. Pienso todo eso en un segundo mientras le respondo al “buen partido”: no, hoy quiero pollo a la plancha y ensalada verde. Quizá otro día coma más carbohidratos. Y pienso: ya sé porque el buen partido todavía está disponible. El es un tonto que no sabe que con mi rutina diaria: Yo soy miss Venezuela. |
Publicar un comentario