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Pero perfecto, no es.

Posted by Emilis González Ordoñez on 15:47

Como dije  en días pasados, tuve un accidente y aún estoy de reposo. Y hasta hago terapia de rehabilitación. Ello significa ir a clínicas y encontrarme sentada, en pasillos fríos, con otros seres que comparten mis desventuras. Hasta ahí todo triste y doloroso. Pero ustedes me conocen, mi espíritu de antropóloga amateur me lleva a no sentarme a quejarme por mi situación sino a revisar mi entorno. Y a descubrir en él mil cosas.

      La semana pasada, por ejemplo, estaba sentada al lado de dos señores, de esos de los que están en lo que llaman la tercera edad. Como en esos lugares médicos lanzan a uno,  cual ganado, todos en el mismo pasillo, no logré discernir para cuál médico  especialista iban, pero sí comprendí que no era la primera consulta en la que coincidían, y, por tanto, ya eran cordiales y con cierta confianza.

      Ellos conversaban y reían a mandíbula batiente, como si en lugar de estar en un recinto médico, como pacientes, estuviesen en una fiesta con bastante whisky. Conversaban del mundo, de la política, de sicología y hasta de farándula. Expertos en todo. Aunque, debo reconocer, que solo me atraparon cuando comenzaron a hablar de teología. Y es que, en medio de su cháchara, entró al lugar una niña de esas que abundan ahora, en sus plenos veinte, con cuerpos perfectos de nacimiento, de gimnasio y de bisturí. De esas impecables de cuerpo, ropa y maquillaje. Montada en sus 15 centímetros de tacón. De esas que paran el tráfico, las conversas y hasta la respiración de quienes las ven.

    Inmediatamente escuché:

-¡María purísima! ¿pero esa muchacha no sabrá que yo soy un hombre enfermo y me puede dar un infarto? ¿Por qué salen vestidas así? ¿Será que no le alcanzó para más pantalón?

   -¡Ay Dios mío! si a mí ya me está faltando el aire, es que a ella no le hizo daño ni la anestesia. Eso quedó  perfecto. La hicieron con las manos y con amor.

   -Antes diría que necesitaba una así, pero a estas alturas primero está la salud. Pero que perfección de gente Dios mío.

  -Es que Dios es grande, sabio y perfecto.

- ¡Atájeme esa lavativa ahí! Ese carajo es grande y sabio, pero perfecto no es. Perfecto no es

  –¿cómo que nooo? Mire esa maravilla, ese monumento.

–No es. Si fuera perfecto, y nos creó a su imagen y semejanza, todos fueramos bellos y perfectos. Y no, no es así. Él creó al mundo y vio y dijo: ¡ay! estos me quedaron más bonitos que aquellos. ¡Tengo que hacer algo! Tengo que arreglar este pelón que me eché. Porque si los dejo así no van a querer mezclarse. Van a querer reproducirse solo los bonitos con los bonitos. 

_Viéndolo así, tiene razón. No se iban a reproducir los feos. Como en la canción, iban a eliminar los feos.

–Entonces él, que no es perfecto, pero sí sabio, dijo, listo. Ya tengo la solución. Le voy a dar hormonas de más a estos animalitos. Y así se reproducen porque se reproducen. No se van a poner pensar gamelote, que si es gordo(a), que si es flaco(a), que si no es perfecta(o) y aquello y lo otro. Y es que sino hace así, fueran poquitos en el mundo. Y ni usted ni yo estaríamos aquí, y nos estaríamos perdiendo de contemplar tanta belleza.

     –Verdaderamente, no es perfecto, pero es sabio el condenao.

    Y mientras ellos continuaban la conversa teológica profunda, me llamaron a consulta, y no pude terminar de oir a los señores, pero aprendí que Dios es sabio, pero perfecto, no es.






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Pero perfecto, no es.

Posted by Emilis González Ordoñez on 15:41


-------- Mensaje original --------
De: emi2go@gmail.com
Fecha: 19/07/2017 07:38 PM (GMT-04:30)
Para: emi2go2010@blogger.com
Asunto: Pero perfecto, no es.

        Como dije  en días pasados, tuve un accidente y aún estoy de reposo. Y hasta hago terapia de rehabilitación. Ello significa ir a clínicas y encontrarme sentada, en pasillos fríos, con otros seres que comparten mis desventuras. Hasta ahí todo triste y doloroso. Pero ustedes me conocen, mi espíritu de antropóloga amateur me lleva a no sentarme a quejarme por mi situación sino a revisar mi entorno. Y a descubrir en él mil cosas.

      La semana pasada, por ejemplo, estaba sentada al lado de dos señores, de esos de los que están en lo que llaman la tercera edad. Como en esos lugares médicos lanzan a uno,  cual ganado, todos en el mismo pasillo, no logré discernir para cuál médico  especialista iban, pero sí comprendí que no era la primera consulta en la que coincidían, y, por tanto, ya eran cordiales y con cierta confianza.

      Ellos conversaban y reían a mandíbula batiente, como si en lugar de estar en un recinto médico, como pacientes, estuviesen en una fiesta con bastante whisky. Conversaban del mundo, de la política, de sicología y hasta de farándula. Expertos en todo. Aunque, debo reconocer, que solo me atraparon cuando comenzaron a hablar de teología. Y es que, en medio de su cháchara, entró al lugar una niña de esas que abundan ahora, en sus plenos veinte, con cuerpos perfectos de nacimiento, de gimnasio y de bisturí. De esas impecables de cuerpo, ropa y maquillaje. Montada en sus 15 centímetros de tacón. De esas que paran el tráfico, las conversas y hasta la respiración de quienes las ven.

    Inmediatamente escuché:

-¡María purísima! ¿pero esa muchacha no sabrá que yo soy un hombre enfermo y me puede dar un infarto? ¿Por qué salen vestidas así? ¿Será que no le alcanzó para más pantalón?

   -¡Ay Dios mío! si a mí ya me está faltando el aire, es que a ella no le hizo daño ni la anestesia. Eso quedó  perfecto. La hicieron con las manos y con amor.

   -Antes diría que necesitaba una así, pero a estas alturas primero está la salud. Pero qué perfección de gente Dios mío.

  -Es que Dios es grande, sabio y perfecto.

- ¡Atájeme esa lavativa ahí! Ese carajo es grande y sabio, pero perfecto no es. Perfecto no es

  –¿cómo que nooo? Mire esa maravilla, ese monumento.

–No es. Si fuera perfecto, y nos creó a su imagen y semejanza, todos fueramos bellos y perfectos. Y no, no es así. Él creó al mundo y vio y dijo: ¡ay! estos me quedaron más bonitos que aquellos. ¡Tengo que hacer algo! Tengo que arreglar este pelón que me eché. Porque si los dejo así no van a querer mezclarse. Van a querer reproducirse solo los bonitos con los bonitos. 

_Viéndolo así, tiene razón. No se iban a reproducir los feos. Como en la canción, iban a eliminar los feos.

–Entonces él, que no es perfecto, pero sí sabio, dijo, listo. Ya tengo la solución. Le voy a dar hormonas de más a estos animalitos. Y así se reproducen porque se reproducen. No se van a poner pensar gamelote, que si es gordo(a), que si es flaco(a), que si no es perfecta(o) y aquello y lo otro. Y es que sino hace así, fueran poquitos en el mundo. Y ni usted ni yo estaríamos aquí, y nos estaríamos perdiendo de contemplar tanta belleza.

     –Verdaderamente, no es perfecto, pero es sabio el condenao.

    Y mientras ellos continuaban la conversa teológica profunda, me llamaron a consulta, y no pude terminar de oir a los señores, pero aprendí que Dios es sabio, pero perfecto, no es.





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Pero no la voluntad.

Posted by Emilis González Ordoñez on 11:24
En días pasados, viniendo de Caracas en una guillotina de eso que llaman transporte público, me tocó la bala en la ruleta rusa y sufrí un volcamiento. Y, como ya no tengo 15 y los huesos no son lo que eran, producto del accidente, me tocó de premio una fractura de clavícula. Que ameritó operación, recuperación y demás. Una tragedia griega, mezclada con tortura china. Una cosa épica pues.

La cuestión es, que para acelerar el proceso de recuperación, la doctora me indicó caminar unos 20 minutos con el sol de la mañana. Ese que apenas recién sale. Yo, como niña bien portada, inicié las caminatas. Y, como buena antropóloga amateur, inicié mis observaciones.

Lo primero que observé, y me chocó terriblemente, fue a un señor mayor, de esos que van de la tercera ya para la cuarta edad, que se para en la puerta de su casa, recibe el benéfico sol de la mañana y además, y fue lo que me disgustó, aprovecha para mirar detenidamente, descaradamente a las muchachas que a esa hora van a la universidad o al trabajo. Yo lo miré y dije en mi cabeza, viejo verde descarado, vaya a barrer el patio. Baboso ese. Fue tal mi disgusto que al llegar a casa lo comenté con mi compañero de vida. Él, más por solidaridad con el género que por verdadero consuelo para mi angustia y escándalo, se interesó en mi charla. Y me dijo, una pregunta, ¿el señor le dice cosas a las muchachas, las importuna diciendo piropos y así? No, la verdad, no. Pero las mira horrible, es un baboso. Y, él, pero chica, déjalo. No le esta haciendo daño a nadie. Él perdió la juventud, pero no la voluntad. Si no les dice nada, es porque sabe cuál es su lugar y ya. Déjalo que vea chica.

A mí no me gustó esa respuesta. Pero superé el episodio con el viejo verde y seguí mis caminatas y mis observaciones. Y así descubrí, que en una esquina de mi recorrido, hay unos muchachos que venden frutas y verduras. Unos muchachos que deben estar recién entrando a los veinte y todo es un bochinche y una alegría. Ellos sí le dicen cosas a las muchachas. Los he escuchado divertida. Porque son muy ocurrentes. Pasados, pero ocurrentes. A veces le ladran, haciendo literal esa metáfora nuestra de echar los perros. Otras le dicen cosas descaradas. Mira flaca vamos pal sitiiioooo. Grosero pasao. Aja, pero te vas a perder ese beta. Y se ríen todos, ellos descarados y galanes, y ellas, entre divertidas y ofendidas. Supongo que la charla le funciona con alguna o no la utilizarían Yo los escucho, les paso por un lado y me río

Pero hace unos días, cuando les pasaba por un lado, estaban descargando mercancía y bloqueaban la acera, al verme, corrieron todos a mi encuentro para ayudarme a pasar. Y, yo no me engaño, sé que tengo mi edad, que me adentré en los 40 con dignidad, y que soy una señora. Yo sabía que a mi no me iban a ladrar. Y no lo esperaba. Pero jamás, nunca, nada en mi vida me preparó para lo que siguió. Las criaturas todas corrieron a mi encuentro, y me decían. Cuidao doñita, cuidado, que ya está mayor y con su edad es más delicado las fracturas. Cuidado. Pise bien para que no se caiga y se mejore. Me ha podido dar algo de la impresión. Ya sé lo que sintió el César cuando en el senado lo apuñalaron. No les deseo mal, pero ojala se le dañen los plátanos. Por falta de respeto. Decirme doñita a miiiiii. Pero mi venganza máxima será, que aquí los espero y aquí se darán cuenta, que uno pierde la juventud, pero nunca, nunquita, la voluntad.


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Los Tres Gliceridos

Posted by Emilis González Ordoñez on 10:05

A Meche, Ruth, Valeria, Titi t la China.

 

         Como todo ser que se respete, hice, al finalizar el 2016, mi lista de deseos y tareas para el 2017.  Escribí muchas cosas que, vamos a estar claros, no voy a cumplir. Pero una con la cual decidí enseriarme, fue con mi salud.

 

         Cuando ya se tiene cuarenta hay que tener más cuidado; aunque me enteré, que ahora los cuarenta dizque son los nuevos veinte, no están mal, pero no se sienten como los veinte se los voy diciendo de una. Y ese dicho seguro que lo inventó uno de cuarenta, porque uno de veinte dificulto.

 

         En fin, que comencé a transitar esta década, Y me dije, a cuidarse. Me hice todooos los exámenes indicados por el médico. Y, como tenía que suceder, en alguien sumamente sedentario que practica la dieta del cochino, salí raspada. Lo que tenía que estar bajo, estaba alto, y viceversa. Señores, alcancé el perfil lipidico y me estrellé con la banda de los tres gliceridos.

 

El médico casi desmaya. Me dijo muchas cosas técnicas que se traducen, en buen coriano, básicamente en: ve gorda, seguí así y te da un infarto, hacé ejercicio, comé menos, menos fritos, comé verduras chica, cambia la dieta o no respondo. O sea que me indicó que me cambie por otra persona. Y comenzó cristo a padecer. Porque ya establecimos que yo soy emapanada lievers y que la dieta no es lo mío.   http://articulosmamarrachos.blogspot.com/2015/05/empanada-lievers.html?m=1

 

         Mi hermana Meche, que es médico y me conoce, y sabe que no soy precisamente una atleta de alto rendimiento, me convenció a hacer una especie de bailoterapia que llaman Zumba. Me dijo: es divertido, no es difícil, te va a gustar y haces algo de ejercicio. Y como ya tú intentaste ser Miss Trapichito seguro llevas el ritmo. http://articulosmamarrachos.blogspot.com/2013/09/de-cuando-fui.miss-trapichito_7.html?m=1

 

 Y bueno, estoy gorda, me duelen las rodillas y un tobillo, el que me expropió el chikunguya, no quiere ni hablarme; casi mato de la impresión al doctor con mis exámenes. Entonces, no me resistí, y fui alegremente al bailoteo.

 

        No me importó que, sin ser una de las mayores, tenía el cuerpo más estropeado del lugar. No me importó no tener ni idea de cuales eran esas canciones de moda que colocaron. Es más, ni sabia que Wilfredo Vargas seguía cantando, ni que Chino y Nacho tengan tantas canciones. No me importó no saber ni un solo paso de baile y estar de perdida pa alante. Yo fui a hacer ejercicio. En el camino se enderezan las cargas, me dije.

 

         Pero ya llevo un tiempo y sigo tropezando a la señora de al lado, empujando a la del frente, pisándome yo misma, girando a la derecha cuando tengo que ir a la izquierda y al revés. Y no hablemos de movimientos gráciles, porque no sé lo que es eso. Parezco morsa en baile de sirenas. 

 

Y es que no termino de comprender cómo es eso de sincronizar manos y piernas. Mucho menos logro seguir el paso, sonreír y apretar la barriga al mismo tiempo. ¡Porque hay que hacer las tres cosas a la vez! Es más a veces hay hasta que cantar. Eso es más difícil que estudiar física quántica. Si aprieto la barriga no me muevo, si me muevo no sonrío, y si sonrío, aprieto la barriga y me muevo o me caigo o no respiro. Imagínense hacer todo y encima cantar. Y es que hacer todo eso junto es como peluo.

 

         A las instructoras mi angustia parece no importarles; siguen exigiendo. Vamos, sentadillas, agáchense, levántese, aprieten y sonrían y lleven el ritmo. Pero dóblese señora. ¿Cómo le explico a esta criatura que siento que la rodilla se me desborona si me doblo ella? Cómo, si ella sonríe y grita si puede, si puede, deleeee.

 

Sigan el ritmo, aprieten la panza, aprieten, yo la aprieto, pero parece que ella tiene vida propia y se niega a ser apretada. Y exigen y exigen. Si se puede, siiiiii. Y bailan  con sabor mientras yo siento que me falta el aire y creo que ya voy a llegar a ese punto, que la literatura médica ha denominado, de sensación de muerte inminente. Y sigue sonando la música y yo nada más pienso, y los triglicéridos tan buenos y sabrosos que se ven en una hamburguesa.

  


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