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Pero no la voluntad.

Posted by Emilis González Ordoñez on 11:24
En días pasados, viniendo de Caracas en una guillotina de eso que llaman transporte público, me tocó la bala en la ruleta rusa y sufrí un volcamiento. Y, como ya no tengo 15 y los huesos no son lo que eran, producto del accidente, me tocó de premio una fractura de clavícula. Que ameritó operación, recuperación y demás. Una tragedia griega, mezclada con tortura china. Una cosa épica pues.

La cuestión es, que para acelerar el proceso de recuperación, la doctora me indicó caminar unos 20 minutos con el sol de la mañana. Ese que apenas recién sale. Yo, como niña bien portada, inicié las caminatas. Y, como buena antropóloga amateur, inicié mis observaciones.

Lo primero que observé, y me chocó terriblemente, fue a un señor mayor, de esos que van de la tercera ya para la cuarta edad, que se para en la puerta de su casa, recibe el benéfico sol de la mañana y además, y fue lo que me disgustó, aprovecha para mirar detenidamente, descaradamente a las muchachas que a esa hora van a la universidad o al trabajo. Yo lo miré y dije en mi cabeza, viejo verde descarado, vaya a barrer el patio. Baboso ese. Fue tal mi disgusto que al llegar a casa lo comenté con mi compañero de vida. Él, más por solidaridad con el género que por verdadero consuelo para mi angustia y escándalo, se interesó en mi charla. Y me dijo, una pregunta, ¿el señor le dice cosas a las muchachas, las importuna diciendo piropos y así? No, la verdad, no. Pero las mira horrible, es un baboso. Y, él, pero chica, déjalo. No le esta haciendo daño a nadie. Él perdió la juventud, pero no la voluntad. Si no les dice nada, es porque sabe cuál es su lugar y ya. Déjalo que vea chica.

A mí no me gustó esa respuesta. Pero superé el episodio con el viejo verde y seguí mis caminatas y mis observaciones. Y así descubrí, que en una esquina de mi recorrido, hay unos muchachos que venden frutas y verduras. Unos muchachos que deben estar recién entrando a los veinte y todo es un bochinche y una alegría. Ellos sí le dicen cosas a las muchachas. Los he escuchado divertida. Porque son muy ocurrentes. Pasados, pero ocurrentes. A veces le ladran, haciendo literal esa metáfora nuestra de echar los perros. Otras le dicen cosas descaradas. Mira flaca vamos pal sitiiioooo. Grosero pasao. Aja, pero te vas a perder ese beta. Y se ríen todos, ellos descarados y galanes, y ellas, entre divertidas y ofendidas. Supongo que la charla le funciona con alguna o no la utilizarían Yo los escucho, les paso por un lado y me río

Pero hace unos días, cuando les pasaba por un lado, estaban descargando mercancía y bloqueaban la acera, al verme, corrieron todos a mi encuentro para ayudarme a pasar. Y, yo no me engaño, sé que tengo mi edad, que me adentré en los 40 con dignidad, y que soy una señora. Yo sabía que a mi no me iban a ladrar. Y no lo esperaba. Pero jamás, nunca, nada en mi vida me preparó para lo que siguió. Las criaturas todas corrieron a mi encuentro, y me decían. Cuidao doñita, cuidado, que ya está mayor y con su edad es más delicado las fracturas. Cuidado. Pise bien para que no se caiga y se mejore. Me ha podido dar algo de la impresión. Ya sé lo que sintió el César cuando en el senado lo apuñalaron. No les deseo mal, pero ojala se le dañen los plátanos. Por falta de respeto. Decirme doñita a miiiiii. Pero mi venganza máxima será, que aquí los espero y aquí se darán cuenta, que uno pierde la juventud, pero nunca, nunquita, la voluntad.


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