Arroz, pero con todo.
Este fin de semana asistí a un matrimonio, como boté mi celular no me quedó más remedio que hablar con mis compañeros de mesa, me dediqué a socializar. La conversación fue la típica: ¡Qué bella la novia! ¡Divina la comida! Maravillosa la música. Qué vestido taaaan horrible el de esa Señora. ¿Será que no tiene familia ni espejos en su casa que sale así? Cuando estaba a punto de salir corriendo alguien mencionó el hecho de que había algunos "arroceros". Eso cautivó mi atención. En Venezuela se dice que la fiesta estuvo mala si no sirvieron tequeño. Yo creo que una fiesta, para ser fiesta, debe tener su arrocero.
Ahora bien, ser arrocero es un arte. No cualquiera puede calificarse a sí mismo de arrocero. Primero, el (la) arrocero(a) es un individuo muy bien vestido, arrocero que se precie nunca va mal trajeado. Con su apariencia elegante y con una seriedad absoluta pasará frente al portero del local, saludará cortésmente y sin pizca de nervios penetrará en la fiesta como si fuese el(la) dueño.
Una vez dentro, el (la) arrocero(a) procederá a ubicarse en una buena mesa que esté cerca tanto de la mesa de quesos como del puesto de mesoneros para asegurarse estar siempre provistos de todo. Amablemente cederá algunas sillas a aquellas personas que lleguen tarde. Hay que hacer la acotación que el (la) arrocero(a) es, por regla general, un ser gregario, es decir que está acompañado por una o dos personas.
Un buen arrocero es un ser extrovertido, nada tímido, conversa con todo el mundo, cuenta chistes y es de lo más simpático. Será quien sirva el whisky y estará pendiente que no falte nada en la mesa. Un buen arrocero bailará con buena parte de los invitados. Si es hombre le echará los perros (con éxito) a la más bella de la fiesta y si es mujer bailará con los hombres más simpáticos del lugar. Saldrá en todas las fotos abrazado(a) a: los novios, la quinceañera, el(la) cumpleañero(a), los padres del niño bautizado o primo-comulgante, según sea el motivo de la fiesta. Y será inmortalizado(a) en los álbumes de mucha gente o al menos en el Facebook; aunque, claro está, ninguno de los organizadores logre saber, a ciencia cierta, quién era ese personaje tan extrovertido y simpático que fue el alma de la fiesta.
El(la) arrocero(a), para preciarse de serlo, bailará, comerá y se tomará fotos más que cualquier invitado. Será quien reine y disfrute a plenitud. Demás está decir que será de los últimos en abandonar la recepción y lo hará abrazado con los dueños de la fiesta con quienes irá a terminar la fiesta en otro lugar y luego a comer en la calle del hambre. Si Ud. no cumple con todos estos requisitos déjeme decirle que no es un arrocero sino un pobre coleao. Porque al arroz, como a la vida, hay que entrarle, pero con todo.
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